miércoles, 8 de febrero de 2012

Stairway to heaven

Tomados de la mano salimos juntos del supermercado dirección a un aparcamiento cercano donde nuestro coche esperaba para volver a casa. Cruzamos la calle pero nos detuvimos antes de llegar al lugar anteriormente comentado. Ante nosotros se alzaba un estrecho callejón escalonado del que anteriormente tan siquiera nos habíamos percatado. Ambos nos miramos intercambiando cómplices medias sonrisas a cerca de un delito aún no cometido. Seguros de los pensamientos del otro soltamos las bolsas de la compra que cada uno sosteníamos en la mano libre y emprendimos la subida por el angosto callizo. A penas tardamos varios minutos en llegar al final del mismo, una puerta metálica, oxidada, con apariencia de no haber sido utilizada desde hacía mucho tiempo. De nuevo bastó un ligero cruce de miradas para activar el engranaje motor de nuestras intenciones. Un movimiento un suspiro, apoyados sobre la pared convertida para nosotros en lecho mullido de musgo y gotelé dio comiendo un inclemente combate por conquistar tierras inexploradas, labios avanzando sin control por el campo de batalla, sucumbiendo y haciendo sucumbir.

Fue un desmedido golpe el que nos hizo detener nuestro juego, sin duda provenía de la puerta en la que las escaleras llegaban a su fin. Contuvimos el aliento en espera de nuevos choques que no tardaron el producirse. El pomo no giraba, como si realmente nadie estuviera intentando abrir aquel portón, a pesar de lo cual parecía capaz de desplomarse en cualquier momento. Una melodía de empujones "in crescendo" batallaban por abrirse paso mientras un humo blanco comenzaba a filtrarse bajo la pesada puerta. Dimos inicio a una apresurada carrera de miedo incontenible. El callejón antes recto y luminoso comenzó a serpentear en la sombra sin darnos oportunidad de escapar, facilitando que aquella humareda ganara terreno sobre nuestro intento de huida. Finalmente, acompañado de un gran estruendo indicativo de que la puerta había terminado por caerse abajo me advertí envuelta por aquella fumarada impidiéndome ver y separándome definitivamente de mi ya extinto acompañante. Como inmediata consecuencia las paredes parecían haber desaparecido resultando inasequible encontrar camino o dirección que no condujera a la nada.

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